miércoles, 6 de abril de 2016

Cuando se confunde la opinión con el magisterio

La Primacía del Papa y su autoridad, que provienen de la elección recibida, es indiscutible, si bien, como cualquier otro mortal, puede cometer errores de juicio o apreciación. No está libre de ellos, dado que la actividad magisterial infalible es extraordinaria y sujeta exclusivamente a materia de fe y costumbres.

- La misión principal de la Iglesia es la de ser el vehículo idóneo para la salvación de las almas, que es lo más importante de todo. Su finalidad no es la de convertirse en un Robin Hood o en un brazo político de ninguna ideología; por lo que no debe someterse a ninguna de ellas, ni aprobarlas ni denostarlas.

- Ninguna opción política es completamente deseable o perfecta para el cristiano. Pero si el criterio de la perfección de ideales fuera el que tuviéramos que seguir, seguro que 1.000 millones de católicos del mundo no tendríamos partido al que votar. Por desgracia no tenemos más remedio que asociar nuestro voto al partido que más se acerque a nuestro ideal cristiano y a nuestra moral (pero sabiendo que ninguno es perfecto).

- Todos estamos llamados a la salvación. Los altos y los bajos; los gordos y los delgados; los sacerdotes y los laicos; las monjas y las casadas. Nadie lleva ventaja a nadie en este camino. Nadie obtiene un bono que le facilita el acceso a la salvación o adquiere el derecho de usar un atajo que le conduzca a la meta final. Todos estamos en el mismo camino.
Tanto el rico como el pobre tienen que buscar su camino de salvación (Catecismo, 588). Nadie nace con la vitola en la solapa que le garantice su entrada en el cielo. El rico, si vive apegado a sus riquezas, tendrá que buscar a Dios verdaderamente y colocarlo por encima de ellas si quiere alcanzar la salvación; y el pobre, también tendrá que buscar su salvación y hacer de su vida el camino que le conduzca a ella.
La salvación no es un problema de equilibrio patrimonial, sino de hacer que Cristo reine realmente en nuestro corazón con todo lo que ello conlleva: sin reducciones en su mensaje, sin recortes en sus peticiones, con la pura exigencia del Evangelio, sin menoscabo alguno. Para todos.  "Mira que estoy a la puerta y llamo".

- ¿Quién es el rico y quién el pobre?. Evidentemente podemos pensar en ejemplos de nuestra sociedad que asociaríamos fácilmente en estas dos categorías. Pero la inmensa mayoría no nos movemos en los extremos sino que estamos en una situación intermedia, difícil  de definir.
¿quién es el rico? el que vive apegado a las riquezas y ha hecho de ellas su dios.
¿quién es el pobre? el auténtico pobre es el que acoge a Dios con un corazón humilde (Catecismo, 544) y ha hecho de Él su baluarte, su refugio, su Señor.
¿Hay muchos ricos que no tienen mucho dinero? Seguro, porque hay mucha gente que vive apegado al dinero, incluso al que no tienen.
¿Hay muchos pobres alejados de Dios? Seguro, porque la condición de pobreza no garantiza un apego a Dios y a su Palabra.
¿Los pobres son sólo los que no tienen dinero? No. Muchas personas que viven apegadas a Dios carecen, en lo humano, de muchas otras cosas: amor, comprensión, compañía, calor humano, etc. Y nadie puede decir que estas carencias son más llevaderas que la económica.
La Beata Teresa de Calcuta nos lo recuerda claramente: "No hay pobreza mayor que la falta de amor".
¿Esto quiere decir que no tenemos que ayudar a las personas necesitadas económicamente? El mismo Jesús lo dijo: estuve enfermo y me visitáteis, desnudo y me vestisteis, .... El necesitado es Cristo y no podemos volverle la cara, porque se la volvemos a Cristo. Pero hay muchas necesidades distintas que cubrir, y no podemos hablar sólo de la económica (Mt 25, 31-46).

- El pecado es un acto personal (Catecismo, 1868), no social,  si bien se puede cooperar al pecado de otros. Pero Cristo no quiere que al asesino, al ladrón, al hijo pródigo, se le cuelgue un sambenito permanente al cuello de manera que esa condición le acompañe toda su vida, sin remedio. No. Quiere su conversión y que viva. Y así ofrece sus brazos abiertos a todos. Sin condenar a nadie, sin ponerle una etiqueta, sin estigmatizarlos, sin maldecirlos, sin señalarles con el dedo como el origen de todos los males (Jesús a la Magdalena: nadie te condena. Vete en paz y no peques más) (Jn 8, 11).

- Capitalismo y socialismo. Decir que nuestras sociedades son capitalistas no es exacto. Con una tasa impositiva en España de casi el 50% de los ingresos de las personas, con medidas sociales que cubren muchas necesidades (y que incluso se usan para comprar favores y votos), con legislaciones proteccionistas para el más débil (legislación laboral, sanitaria, infancia, etc.) calificar nuestras sociedades de capitalismo al estilo de Adam Smith es una auténtico desenfoque.

Y aún así, el dinero que aportamos con nuestros impuestos sinceramente no creo que deba imputársenos como cooperación a las necesidades ajenas, pues San Pablo, en 1ª Corintios 13, lo deja bien claro: si no tengo amor, de nada me vale lo que haga. Es decir, es necesario que dé de lo mío a los otros con amor, y en eso no cuentan los impuestos.

Por otro lado, el socialismo ha tenido su incursión en el campo de la Iglesia durante el siglo XX de manera muy insistente y apreciable (me remito a las declaraciones de Ion Mihai Pacepa reconociendo la creación por parte del KGB de la teología de la liberación). Pero sus frutos no han sido muy notables. En el posconcilio, la confusión fue tremenda: seminarios vacíos, homilías convertidas en mítines políticos, etc. Las estadísticas de católicos en un país como México en el siglo XX son demoledoras: a principios del siglo XX eran católicos el 99,1% de la población mexicana. Durante el siglo XX se observa un descenso en todas las entidades federativas de dicho porcentaje, pero en la entidad en que el descenso es vertiginoso es el de Chiapas (el más fuertemente politizado en el ámbito eclesial) pues pasa del 99,3% (a principios del siglo XX),  al 96,5% (años 40), y al 91.2% (en los 70) y en el 2000 está en el 63,8%, mientras se mantienen en un orden entre el 96% y el 70% el resto de estados.

Toda esa disminución de católicos no fue en dirección al ateísmo, sino a otras sectas protestantes que crecieron en la misma magnitud, siendo Chiapas donde mayor porcentaje de crecimiento protestante se da (pues se pasa del 0,1% -a fines del XIX- al 5,2% -en los 70- y llega al 21,9% -en 2000-).

Este fenómeno, presente en otros países de hispanoamérica como Brasil, en el que la decadencia del catolicismo va en consonancia con la misma deriva y ha llevado a que el 23% de la población sean ya evangélicos, hizo que un pastor protestante declarara: "La Iglesia Católica hizo la opción por los pobres, y los pobres hicieron la opción por los pentecostales". Allá donde la Iglesia Católica más se politizó, junto a su decadencia, florecieron otras denominaciones cristianas. Resultaba que los fieles no buscaban en la Iglesia mítines políticos, sino que les hablaran pura y simplemente de Dios.

- Hace ya tiempo que la autoridad papal está desvinculada de la gestión del conocimiento científico, sin que eso signifique que no pueda existir una colaboración y un fomento de las ciencias por parte de la Iglesia. Por supuesto que sí. Pero las ciencias hoy día están muy especializadas, lo que no ocurría en el siglo XVI, por ejemplo. En la Edad Media y en las épocas que la siguieron, un físico y un matemático eran el mismo científico. La Historiografía o la Arqueología como ciencias, no existían. Filósofo era todo aquel que buscara el conocimiento profundo de las cosas, lo que muchas veces los llevaba al campo de la ciencia empírica (Blas Pascal, por ejemplo, gran pensador y físico).

Es decir, las ciencias no tenían unos límites precisos que las separaran. Por ello no era raro que el Papa, los teólogos y los filósofos del siglo XVI hicieran incursiones en el campo de la física o la astronomía para interpretarlas según criterios filosóficos y, por tanto, incluso también teológicos.

Hoy en día, sin embargo, esto ya no es posible. Un matemático y un físico tienen objetos distintos en su estudio, aunque tengan zonas de tangencia. Del mismo modo un astrónomo y un filósofo no van a intercambiar experiencias, pues sus respectivos ámbitos de conocimiento están muy delimitados.

Por todo ello, cualquier opinión que el Papa emita sobre un tema científico suena completamente disonante pues implica una incursión del pastor (el padre) en el campo del científico (el médico). Y si un joven está enfermo, quien debe opinar es el médico y no su padre.

Un padre, por muchos errores que cometa en su vida, no deja de ser padre. Pero eso no le libra del error. Moisés no dijo: "Honra a tu padre, sólo si acierta..." No. Dijo: Honra a tu padre. Nada más. Pero el sentido común y el sentido de la fe lo tenemos para discernir lo bueno de lo malo. Y no es la primera vez en la Historia de la Iglesia que tenemos que usar de dicho sentido. Y nuestra obligación sigue siendo la de desechar lo malo.


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